Una alumna de primer d'ESO, finalista en un concurs de relats breus

Inés Cortell, alumna de primer d'ESO,  és una col·laboradora de la revista Pebrella que sempre ha mostrat una habilitat extraordinària en els relats. Ens hem assabentat que s'ha presentat a un concurs i des de la redacció de Pebrella l'hem invitada a donar a conéixer el seu projecte i açò és el que ens ha escrit...


Hace unos días me presente a un concurso y he quedado finalista con este relato breve. Los ganadores son votados mediante facebook, llevándose el premio quien más me gustas consiga. Debajo del texto podéis ver el enlace de la página web, para quien quiera entrar y colaborar conmigo. Gracias!!!

http://www.lamardeciencia.es/trabajos/relatos/24 
                                               
                                    Pintar el Mediterráneo 

 El Mediterráneo gruñe debajo de mí y confiesa su intención de arrastrar mi caballete a lo más profundo del mar. Escondo los dedos de mis pies en la arena amarilla y dejo que el viento acune mi cabello desbocado antes de colocar un lienzo azul de textura cremosa sobre el atril. . Cojo uno de los pinceles más finos y olfateo la brisa que acaricia con suavidad maternal mi mejilla. Pinto la corriente de aire en mi cuadro recién empezado y lo hago despacio, con parsimonia, dejando plasmado en el lienzo, tan azul como el mismo cielo, las emociones que la risa me trae desde lo más hondo del Mare Nostrum, tal y como lo llamaban los romanos. Con un pincel de largos pelos y salado tacto, cubro el lienzo de pequeñas ondulaciones azules que simulan ser las olas. Me deleito pintando la sabrosa espuma que acompaña a estas en su largo viaje hasta la costa. Suspiro con placer al ver que mi cuadro muestra con precisión cómo es el reflejo del cielo en la tierra, en las transparentes aguas que adquieren tonalidades azules y verdes. Al pintar la arena, el tiempo se detiene. Ese material, como sal pintada de un marrón amarillento, me enamora y cautiva a un tiempo. Cubre kilómetros y kilómetros. Es el puerto donde, algo que parece tan infinito como el mar, termina. Testigo de miles de pasos, de animales y hombres, que llegaron a la costa y vivieron parte de su existencia, aunque fueran segundos, en la eternidad del mar. Esta cultivada esta arena de conchas, seres que, tiempo atrás vivieron. Me esfuerzo en hacer un óleo perfecto que muestre con total claridad cómo es la arena de la playa. Pienso por un instante en esas aves que, alzando el vuelo, son espectadoras de mis desvelos por construir una obra de arte que sea digna del paraje en el que me encuentro. Mi mente navega por las ardientes aguas del mar e imagina sobrecogida los miles de colores que, como salidos de la paleta de un gran pintor, adornarán sus profundidades. También ellos pintarán de tonos brillantes y vivos las escamas de los peces que plagan el cálido hábitat. Los envidio. ¡Qué daría yo por no tener que salir jamás de aquellas aguas que tantas dudas me plantean! ¡Cómo quisiera retratar la exuberante vegetación con la que sueño despierta! Por último, solo queda el sol, el brillante sol que juguetea de forma tierna, como un niño caprichoso, con las temibles aguas del Mediterráneo. La luna lo sustituye en la noche y guarda el mar esperando su salida. Sin embargo, es ahora él quien alumbra a los mortales y, poniendo mucho empeño, dibujo al astro dorado que preside los días, los largos días del Mediterráneo.

                                                                             INÉS CORTELL CERDÁ

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